DÍA DE TODOS LOS SANTOS

0
660

Reflexiones sobre la lectura del Santo Evangelio según San Mateo (5,1-12).

DÍA DE TODOS LOS SANTOS.

El gran libro de la vida nos enseña que lo más importante en ella son las relaciones personales. Y que la persona que tiene unas relaciones profundas y amplias, en las que nos sentimos queridos y queremos a los demás, es una persona que encuentra sentido a su vida y que tiene una vida realizada y lograda.

Crecer personal y espiritualmente en relaciones personales implica aprender a comunicarnos, a poner en práctica nuestra capacidad de empatía, a dejar que los sentimiento del otro equilibren nuestro impulso egoísta.

Adorno, de la escuela filósofica de Franckfurt, definía la cultura como “el intento de humanizar al animal”. Y humanizarnos es comprometernos con valores que nos ayudan a trascender el campo de lo biológico: valores de lucha por un mundo más justo y solidario. Por tanto, tenemos valores que hacen posible que nuestra vida y la de los que nos rodean sea un poquito más agradable.

Las bienaventuranzas se nos presentan constantemente como un enorme interrogante que cuestiona nuestras decisiones. A veces asociamos la felicidad con la idea de tener lo que no tienen los demás y de alardear de lo que no tiene el otro. Y esta idea nos mete en una dinámica en la que por mucho que tengamos más necesitamos porque las necesidades de estatus nunca se verán completas. Las bienaventuranzas, por tanto, nos plantean un camino, alternativo y a largo plazo, que pasa por la siguiente pregunta: ¿qué estás dispuesto a sacrificar a corto plazo para llegar a ser feliz a largo plazo? Quizá nos cueste sentarnos a estudiar, pero este sacrificio de nuestro tiempo de ocio nos ayude a plantear una vida más feliz a largo plazo; sin duda educar a nuestros hijos supone un enorme esfuerzo y un sacrificio de otras muchas dimensiones de nuestra vida pero a la larga es el mejor sacrificio que podemos hacer para ser inmensamente feliz el día de mañana.

Por eso adquiere sentido ser pobre (compartir y no quedarnos con lo que nuestros amigos, hijos o hermanos, padres…necesitan de nosotros para ser felices), llorar (ceder no siempre significa perder), sufrir (dejar de hacer lo que nos gusta por hacernos cercanos o acompañar…), ser manso (nunca la violencia será la solución), tener hambre y sed de justicia (el espinoso tema del deseo, donde la tentación es creer que el ser humano es sólo un ser de necesidades. La trampa es la insatisfacción inmediata que imposibilita que esta fuerza, la del deseo, sea dinamizadora. Jesús nos muestra que la dicha está en salir de nosotros mismos, en dar la vida)…

Decimos que una persona es santa cuando en su vida ha sabido poner en práctica todo esto. Estar en el cielo sería comparable a decir que ha llegado a los primeros puestos en una carrera y por eso lo han subido a lo más alto de un podio. Y desde ahí nos lanza una pregunta: ¿estás dispuesto a conseguir tú el primer puesto en la carrera, el sitio más alto del podio? Pues sigue mis pasos y mi estrategia.

ad

No hay comentarios

Dejar respuesta